LA ENEIDA
El verdadero objeto de este poema fue el de alagar al pueblo latino y
sus soberanos, demostrándoles que sus reyes descendían de ese gran
príncipe troyano, la historia de cuya vida había cesado de ser verídica y
se había convertido, en su mayor parte, en pura fábula.
En ella veremos como consiguieron los griegos destruir la ciudad de Ilión. Debiese a la inteligencia de Ulises el que terminara en victoria el prolongado sitio. Fue el quien indujo a que se construyera un enorme caballo de madera, dentro del cual se escondieron un gran numero de soldados griegos. Esta mole tan extraña fue conducida sobre ruedas hasta las puertas de Troya y abandonada allí.
Luego los demás soldados griegos volvieron a sus barcos, haciendo ver que se alejaban, como si estuvieran cansados de la guerra. La curiosidad de los troyanos fue lo que los perdió, pues salieron de la ciudad y con gran trabajo consiguieron introducir en ella, el caballo de madera.
Durante la noche salieron del mismo los soldados griegos, sorprendiendo a los troyanos, mientras el resto del ejército, que había aparentado marcharse, retrocedía y penetraba en la ciudad. Troya ardió por los cuatro costados y sus habitantes fueron muertos o huyeron, la hermosa Elena, que había sido la causa de la contienda, fue restituida a su esposo Menéalo, y así terminó el famoso sitio.
En “La Eneida” no empieza el autor contándonos lo referido, sino que comienza con la descripción de una terrible tempestad que sorprende a Eneas, quien después de la caída de Troya (de la ciudad había escapado llevando a su padre en hombros, pero perdiendo a su esposa), había reunido algunos hombres, haciéndose a la mar y llegando a Italia al cabo de siete años.
Durante la gran tempestad naufragaron algunos de los barcos; pero el suyo y seis mas arriban a un puerto de África, en la rica y esplendida región de Cartago, a cuya reina, Dido, cuenta la caída de Troya y el ardid del caballo de madera de que acabamos de hablar. También le describe sus diferentes viajes, desde su huida hasta su llegada a Cartago. Dido no puede menos que admirar al noble príncipe, y desea casarse con él; pero Eneas abandona a Cartago, sin que pueda retenerle los agasajos de la reina; esta, desesperada, se suicida.
Después de llevar anclas con rumbo a Cicilia, donde celebra funerales en nombre de su padre, visita eneas los campos Elíceos, que es el lugar donde los antiguos creían iban las almas después de su muerte, y allí encuentra a su padre, quien le hace ver la raza de héroes que descenderá de Eneas y que gobernará al pueblo latino.
Eneas parte de nuevo, y llega ala tierra de Lacio, o Italia cuyo rey, Latino, le agasaja y promete concederle por esposa a su única hija, Lavinia, heredera de la corona. Pero otro príncipe llamado Turno, rey de los rútulos, pueblo latino, esta enamorado de ella y es favorecido por la madre de ésta. Estalla entonces la guerra entre troyanos y rútulos, en la cual tienen lugar varias sangrientas batallas y, al final, parece que los troyanos, en ausencia de su jefe, van a quedar completamente derrotados. Pero Eneas, que ha recibido un escudo hecho por Vulcano (el mismo dios mitológico que forjó la armadura de Aquiles), y en el cual se hallan simbolizadas las futuras glorias y triunfos de la nación latina, o romana, vuelve al combate y cambia la suerte de la guerra.
En la última batalla debe tener lugar un duelo entre Eneas y Turno; pero los soldados de este consiguen herir al príncipe troyano.
Sin embargo, Eneas es curado de su herida por su madre Venus (una de las diosas en las que creían los romanos), y, depuse de curado, obliga a Turno a batirse con él, consiguiendo matarle.
Así termina la historia de las sorprendentes hazañas de Eneas, tal como se refiere en “La Eneida”
En ella veremos como consiguieron los griegos destruir la ciudad de Ilión. Debiese a la inteligencia de Ulises el que terminara en victoria el prolongado sitio. Fue el quien indujo a que se construyera un enorme caballo de madera, dentro del cual se escondieron un gran numero de soldados griegos. Esta mole tan extraña fue conducida sobre ruedas hasta las puertas de Troya y abandonada allí.
Luego los demás soldados griegos volvieron a sus barcos, haciendo ver que se alejaban, como si estuvieran cansados de la guerra. La curiosidad de los troyanos fue lo que los perdió, pues salieron de la ciudad y con gran trabajo consiguieron introducir en ella, el caballo de madera.
Durante la noche salieron del mismo los soldados griegos, sorprendiendo a los troyanos, mientras el resto del ejército, que había aparentado marcharse, retrocedía y penetraba en la ciudad. Troya ardió por los cuatro costados y sus habitantes fueron muertos o huyeron, la hermosa Elena, que había sido la causa de la contienda, fue restituida a su esposo Menéalo, y así terminó el famoso sitio.
En “La Eneida” no empieza el autor contándonos lo referido, sino que comienza con la descripción de una terrible tempestad que sorprende a Eneas, quien después de la caída de Troya (de la ciudad había escapado llevando a su padre en hombros, pero perdiendo a su esposa), había reunido algunos hombres, haciéndose a la mar y llegando a Italia al cabo de siete años.
Durante la gran tempestad naufragaron algunos de los barcos; pero el suyo y seis mas arriban a un puerto de África, en la rica y esplendida región de Cartago, a cuya reina, Dido, cuenta la caída de Troya y el ardid del caballo de madera de que acabamos de hablar. También le describe sus diferentes viajes, desde su huida hasta su llegada a Cartago. Dido no puede menos que admirar al noble príncipe, y desea casarse con él; pero Eneas abandona a Cartago, sin que pueda retenerle los agasajos de la reina; esta, desesperada, se suicida.
Después de llevar anclas con rumbo a Cicilia, donde celebra funerales en nombre de su padre, visita eneas los campos Elíceos, que es el lugar donde los antiguos creían iban las almas después de su muerte, y allí encuentra a su padre, quien le hace ver la raza de héroes que descenderá de Eneas y que gobernará al pueblo latino.
Eneas parte de nuevo, y llega ala tierra de Lacio, o Italia cuyo rey, Latino, le agasaja y promete concederle por esposa a su única hija, Lavinia, heredera de la corona. Pero otro príncipe llamado Turno, rey de los rútulos, pueblo latino, esta enamorado de ella y es favorecido por la madre de ésta. Estalla entonces la guerra entre troyanos y rútulos, en la cual tienen lugar varias sangrientas batallas y, al final, parece que los troyanos, en ausencia de su jefe, van a quedar completamente derrotados. Pero Eneas, que ha recibido un escudo hecho por Vulcano (el mismo dios mitológico que forjó la armadura de Aquiles), y en el cual se hallan simbolizadas las futuras glorias y triunfos de la nación latina, o romana, vuelve al combate y cambia la suerte de la guerra.
En la última batalla debe tener lugar un duelo entre Eneas y Turno; pero los soldados de este consiguen herir al príncipe troyano.
Sin embargo, Eneas es curado de su herida por su madre Venus (una de las diosas en las que creían los romanos), y, depuse de curado, obliga a Turno a batirse con él, consiguiendo matarle.
Así termina la historia de las sorprendentes hazañas de Eneas, tal como se refiere en “La Eneida”
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